lunes, 24 de junio de 2013

PALABRA DESCARNADA: "SENTADO JUNTO AL MURO", DE RAFAEL ANTÚNEZ




Rafael Antúnez
Sentado junto al muro
Editorial Cántico, 2012

 
            Sentado junto al muro es el quinto poemario de Rafael Antúnez Arce (Córdoba, 1975) e inaugura, junto a La plaga (Remastered) de Raúl Alonso, la colección Doble Orilla, Poesía de la editorial Cántico, dirigida por el propio Alonso. Después de Las sílabas que son de tu mirada (Córdoba, Ediciones del Minotauro, 1997), La batalla de la luz (Santiago de Compostela, Editorial Follas Novas, 2001; accésit del premio Rosalía de Castro), Nada que decir (Madrid, Rialp, 2002; accésit del premio Adonáis) y Los nombres de Helena (Sevilla, Renacimiento, 2006), Antúnez abandona el ritmo del verso blanco y busca la libertad expresiva del poema en prosa o prosa poemática en las 28 composiciones que conforman un todo unitario y que actúan como los fotogramas de una película de indudable tono elegíaco, sustentado en un desencanto de base nihilista que descree del hombre y del mundo. El libro conforma, pues, una suerte de diálogo del autor consigo mismo, a través del cual profundizar en su mundo interior (“Querías hablarme. Sin embargo te alejaban esos intrusos que ni siquiera habían sido invitados. Esos parientes míos, tan míos, que siempre van conmigo.”). Para ello crea la imagen que da título al libro: ante las dificultades cotidianas encontradas por el hombre, simbolizadas en el muro, tan solo cabe la posibilidad de superarlas y mirar más allá de esta construcción humana para poder encontrarse: “No puedo derribar el muro si los cascotes al caer no me incitan a ver el otro lado. Fuera del cerco de nubes. El huerto que amamanto con mi sangre recién verde”. De este modo, se plantea la necesidad de un salto al otro lado, donde está el conocimiento de la propia realidad individual, si bien no se trata de un salto activo, sino un proceso interior que debe desarrollarse dentro del propio yo: “Respirar como única evidencia, como tarea simple sin más examen que el de quedarse quieto”. Estamos, por tanto, ante un proceso de autoconomiento y de aceptación de nosotros mismos como medida previa para entender el complejo mundo en que vivimos y las difíciles relaciones establecidas con él, que son las que, en el fondo, definen al propio yo: “Cuando niño amaba el muro de ladrillos de mi casa. Cuando llovía me pegaba a él, me acurrucaba contra el suelo. Veía caer las líneas líquidas, superpuestas como una antigua ecuación asombrosa. Hacía frío.”

Escrito entre dos crisis -una, íntima; otra, económica y moral-, el poemario, pulido y depurado de un modo continuo a lo largo de los últimos seis años, nos presenta al Antúnez más preciso, más emocionante, más contenido, más sugerente, aquel que demuestra un mayor dominio de la imagen, a la que dota de una importancia axial, al tiempo que pretende trascender a través de ella, siempre desde una visión personal, una realidad poliédrica que es percibida de manera fragmentaria y fugaz: “Todo está a punto de nacer. También el polvo sobre la mesa, las olas de dunas que zigzaguean en el desierto, la bolsa de aire que el árbol esconde entre su copa.” En este sentido, acude a la imagen de base irracional que adquiere, en ocasiones, cierto tono visionario: “una cuerda de piano que despegue mis pies del asfalto derretido”. Antúnez sabe tensar la palabra y la imagen hasta que despliegan las posibilidades significativas necesarias para golpear el ánimo del lector y no dejarlo impasible: “Un seto, un viejo árbol con unos dientes de cerdo clavados en su corteza.”

El resultado es un libro de gran intensidad, en el que aparecen los problemas del hombre de carne y hueso, en el que el poeta sabe despojar al poema de todo lo que es accesorio, en busca de la palabra justa y precisa.

lunes, 17 de junio de 2013

El "Taxus baccata" de Julia Otxoa






Taxus baccata
Hiperion 2005

el taxus baccata de otxoa 


este poetaxus que dio al mundo Julia Otxoa en un año dos mil cinco (con dibujos de Ricardo Ugarte), bien podría definir la barbarie que nueve años después seguimos pisando en este des-sociabilizado paisaje –sociedad en barbecho que tanto horror siembra–. Otxoa tiene razón, la historia es un ser circular.

[asistiendo a la barbarie cotidiana, el instante tiene la turbulenta inseguridad de lo inestable y amenazador. En mi inexperiencia del horror futuro, me reconforta pensar que también a mis antepasados les tocó vivir un tiempo semejante. En su recuerdo me fortalezco. La Historia como ser circular, el presente como resistencia poética en la repetición] y es curioso cómo ese horror futuro antiguo, que fue el horror de sus/nuestros antepasados, sea ahora el horror presente. me da por pensar que el horror también es circular, incluso los instantes [al ser humano siempre le parece que inaugura la historia, cuando en realidad no hace sino repetirla].

Otxoa testifica en este libro aquella época. su escritura es lealtad a un idioma, pero sobre todo a la propia historia. es como si fuera la esposa fiel de la historia, la que coge el testigo para saltar de una época a otra en la rayuela de lo que está por llegar.

y leo: taxus baccata como símbolo verde intenso y profundo de lentitud lúcida y serena ante el devenir de la historia… lento y sabio te yergues en el tiempo--- esto lo graba Ricardo Ugarte en la primeras páginas del libro… lentitud lúcida y serena ante el devenir de la historia que nos aplasta y nos arrasa con la prisa de un tsunami…. Otxoa exige lentitud, conciencia siempre, consciencia en ese bosque imaginario que es circuito circular. circuito duro, crudo, con la carne al aire, pero con halos de esperanza que nos envuelven nos espesan. poemas-flecha intoxicados de verdades que una vez se hunden por golpe en la no-endurecida diana de los cuerpos, resulta imposible desflecharse.

su tejo en ese sotobosque es un árbol aislado, como aislado es el idioma que quiere serleerse [leer en otro idioma, leer en otro idioma, ser el otro, verme desde fuera] y su madera, fuego lento de morada [mi país, círculo de espantapájaros donde arder]. pero habría de enseñarnos cómo hacer hoguera para sobrevivir a la barbarie. estamos tan equivocados… nunca aprendimos a hacer fuego, nosotros, descuidados ciudadanos abandonados a la crueldad […dinastía de gallos decapitados tiñendo la hierba…], mientras la poeta, como hiciera un Hamlet con su madre, nos suicida nuestra peor parte. 

qué razón tiene Otxoa, qué dura y lenta razón tiene, nuestra tierra huele a formol y tiene fiebres altas, por eso… sus campanarios tocan limpiamente a fuego, los hospitales abren sus puertas, la ciudad entera huele a formol y cloroformo, y hay una luz ardiente en cada mosca posada con ávido rigor en las heridas…

altaotxoa, la súbita, la extranjera, la marg[e]nada, no de marginada, sino de margen, o sí, de acera menospreciada, de minoría para existir existiéndonos [escojo ser en el margen como única posibilidad de existencia], como si fuera ese tejo que se-crece-y-se-des-crece en las orillas, en las márgenes…, la expresiva elevada a la máxima expresión del lenguaje. la lengua carne. la carne deslenguada que enyegua. la siembramadre que mezcla conciencia propia con conciencia social, tiempo propio con tiempo propio de la historia. qué buen testigo de una época, unos años aquellos que definen el estado de sitio en el que nos vivimos hoy. una época que vivió para relatar esperanzada el mundo nuevo [cada día despierto en ti, país, como quien llega a un espejismo, y voceo toponimias para nombrarte...]

el arte es libre…. por eso en los dibujos ugartianos del libro he visto muchos rostros (además de perfiles), dolor en las facciones, sorpresa, serenidad también… ciudades destruidas y reconstruidas. fascinante los mundos del escultor Ricardo Ugarte. resalto el dibujo del poema [escojo ser en el margen como única posibilidad de existencia]. vi un perfil de mujer -que bien podría ser Otxoa- dibujado al filo de la hoja. deportada voluntariamente al margen, extranjera en ese vértice que a veces corta como hoja de cuchilla, tumbada con sereno rostro sobre las rocas quietas. hermosa la disposición las páginas de este libro, verso al norte-dibujo al sur, era como si los dibujos –la gran mano Ugarte– fueran red para amortiguar la caída de sus versos más acróbatas. 


lunes, 10 de junio de 2013

"Poemas del sublime cotidiano", de José Blanco







Poemas del sublime cotidiano
José Blanco
Pliegos de la visión, nº45, ediciones Babilonia, 2013





A menudo se ha visto, y no con falta de razón, una cierta banalización de la estética rupturista  o comprometida en la poesía visual contemporánea. Pasados los tiempos de una experimentación asumida no sólo como búsqueda de nuevos caminos expresivos, sino también como un enfrentamiento con las tradiciones y los clichés literarios y también con los academicismos establecidos y escleróticos, la poesía visual llegó a principios del siglo XXI a lo que podríamos llamar, aunque en la generalización se me pueda acusar de injusto, una acomodación complaciente en busca de su institucionalización. 

Por suerte, digo generalización pues las excepciones siguen estando ahí, luchando por sobrevivir a la banalidad y al oficialismo, reafirmándose en el compromiso por lo experimental e, incluso, por lo contracultural. Entre esas excepciones nos encontramos con el caso del vizcaíno José Blanco, poeta poliédrico y polifacético, que viene desarrollando su labor poética y creativa, desde hace unos cuantos años, siempre con un cierto sabor a outsider, y que ahora acaba de publicar estos Poemas del sublime cotidiano, dentro de la colección Pliegos de la visión del sello Babilonia, dirigido por el incansable Paco Pérez Belda, que en los últimos tiempos ha conseguido publicar la colección de poesía visual más extensa del país.

La primera sorpresa de este libro es visual: sobre un fondo de color cartón, José Blanco compone poemas con recortes de prensa. Estamos ante una estética muy definida y que forma parte de la cultura visual colectiva: los anónimos; es decir, como las cartas o comunicaciones anónimas que se han usado con unos fines muy determinados, normalmente para la extorsión o, incluso, para la denuncia de algún hecho.

Pero, la lectura de Poemas del sublime cotidiano es un recorrido temporal por un mes, tal vez incluso podemos reseguir las lecturas del propio autor por la prensa de un mes de agosto, concretamente del año 2008, así lo atestiguan las fechas dispuestas en la parte superior de la mayoría de las páginas. De esta manera, podemos decir que el poeta no se limita a leer la prensa diaria, lee más allá de las noticias, dentro del texto escrito, en su tipología, en sus grafismos; y encuentra palabras, expresiones, frases, verbos, que recorta y extraer de esa realidad informativa para usarlos y crear nuevos poemas, una nueva realidad poética y transformadora. Además, también el azar entra en juego, el azar del encuentro, de lo que podrían ser poemas hallados, poèmes trouvés como los objects trouvés, tan al gusto de los vanguardistas del principio del siglo XX. En este caso, el hallazgo son las palabras o las frases, y la labor del poeta es su recolocación para la consecución de una obra nueva y original. La maestría de José Blanco como poeta le hace crea imágenes magníficas, en esa búsqueda, como bien dice el título, de lo sublime en lo cotidiano, no exentas de ironía y agradabilísimas sorpresas:

La metamorfosis
está en la elección
verdadera
más que en una
que rebasa
(pág. 12)

o

Las palabras son aún más
un cuchillo de cortar jamón.
(pág. 16)

Y en medio de esas frases encontradas y recolocadas por el poeta para crear poesía o metapoesía, nos encontramos, de repente, con una imagen terrible, dolorosamente aséptica y divulgativa, sacada también de las páginas de los diarios y que hace referencia a los métodos de tortura sistemática y sistematizada, envuelta por un aura de “alegalidad” como forma de eufemismo, de militares norteamericanos sobre reclusos de centros de detención, convertidos en limbos legales de vergüenza de dimensiones internacionales, como Guantánamo o Abu Ghraib. Aquí el poeta no transforma, extrae la ilustración y nos la muestra tal cual, desnuda. En medio de nuestra tranquila y acompasada realidad, en medio de felices hallazgos sublimes, se nos presenta un hachazo horrible para recordarnos el mundo inmoral que entre todos estamos construyendo. Algunos dirán: el mundo que nos ha tocado vivir, y el poeta nos dice: no, es el mundo que estamos construyendo entre todos, con nuestro querer no saber demasiado, con nuestro mirar hacia otra parte, con nuestro pensar que los norteamericanos no somos nosotros, cuando en realidad seguimos al día los resultados de la bolsa de Nueva York, o la de futuros de Chicago, y gastamos nuestro ocio viendo partidos de la NBA o películas de Hollywood.

Por último, el libro contiene una segunda parte, cargada de una gran sensibilidad, titulada: “Una línea sutil (haikus y tankas)”, donde podremos encontrar piezas tan deliciosas como:

tan necesarias
alas para volar
tan imposibles
(pág. 32)

En definitiva una propuesta no solo interesante a nivel estético y experimental de gran calado poético, sino también un despertar de conciencias en medio de las cortinas de humo de la información cotidiana institucionalizada y aleccionadora.



lunes, 3 de junio de 2013

"El sueño de Visnu", de David Meza




David Meza
El sueño de Visnu
El Gaviero Ediciones




Hay poetas que son capaces de describir el delirio. De enjuagarse los ojos con el polen blanco de la locura y traducir en palabras lo que ven. De transcribir los alaridos de los locos o de los bebedores de láudano o de los ángeles de alas transparentes como las polillas. David Meza es uno de esos poetas. De los que escriben empujados por la fiebre, sin contar sílabas, ni versos, ni figuras literarias. De los que conocen el lenguaje de los místicos y la ubicación exacta de sus estigmas. De los que deambulan por las calles esperando que llegue la noche en que van a celebrarse todos los bailes y encenderse todas las hogueras. 

Creo que Meza ha escrito este libro en estado de trance. Seguramente ni siquiera sea un libro, sino un alarido. Creo que se ha arrodillado frente a los altares de los santos salvajes[1] y estos le han hablado y él ha transcrito sus palabras. De hecho, el libro es tan bueno, que existe la posibilidad de que no lo haya escrito Meza. De que solo lo haya escrito la mano de Meza, pero no él. Es decir, existe la posibilidad de que entre las 17.47 y las 18.52 de distintos días de 2011 Meza fuese poseído por el espíritu de Vicente Huidobro, como demuestra el hecho de que Altazor y El sueño de Visnu comiencen con la misma frase, aunque luego se bifurquen en caminos distintos. También existe la posibilidad de que Meza fuese poseído por Juan Carlos Mestre, que actualmente no está muerto pero pudo estarlo entre las 17.47 y las 18.52 de distintos días de 2011. Otra posibilidad es que Huidobro estuviese escribiendo Altazor en el mismo momento que Meza El sueño de Visnu y hubiese algún tipo de transferencia entre ambos. La física sabe que el tiempo no es lineal, que el pasado y el presente no son más que ilusiones de la mente, porque en realidad todos los momentos están sucediendo ahora mismo. Incluso los que nunca han sucedido ni sucederán, también están sucediendo ahora mismo en un plano de realidad distinto[2]. En este sentido, también es posible que Meza sea el que haya influido a Huidobro. Nunca lo sabremos.

Vórtices temporales aparte[3], Meza tiene una de esas voces poéticas que hipnotizan. De las que son tan difíciles de encontrar que, cuando damos con una, nos obsesiona y nos fascina a partes iguales. El sueño de Visnu es un libro inmenso, uno de esos poemarios que hacen que la poesía se mi género preferido porque ninguno es tan libre ni tan salvaje. Podría poner muchos ejemplos de versos que justifican por si mismos el poemario entero. Podría decir “Mi familia quedó atrapada en un libro de botánica durante la guerra de los Ángeles”. O “Lloré todos los días y todas las noches y todas las casas de los decapitados”. O “Morí a los 25 años con 3 balas azules floreciendo en mis entrañas”. Pero no lo haré, porque entonces tendría que seguir escribiendo hasta transcribir el libro entero. Y es mejor que lo descubráis por vosotros mismos.


[1] Como Santa Gema, que tuvo estigmas tres días a la semana durante tres años http://es.wikipedia.org/wiki/Gema_Galgani, o Santa Rita, que escupía abejas blancas por la boca http://es.wikipedia.org/wiki/Rita_de_Casia. “Que las abejas llevan a Dios dentro del pecho”, dice Meza.

[2] “En nuestro desenvolvimiento diario dividimos el tiempo en tres partes: pasado, presente y futuro. […] Por evidente que parezca esta exposición de sentido común, se opone, de plano, a los pronunciamientos de la física. Los físicos prefieren asumir que el tiempo está desplegado ya en su completitud –una suerte de paisaje temporal, análogo al espacial- con los sucesos del pasado y del futuro colocados allí todos juntos. Concepto que se suele denominar entramado del tiempo”. La flecha del tiempo, Paul Davies, 2002.  (texto encontrado en La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías, de Colectivo Juan de Madre).

[3] Teoría confirmada por Jorge Díaz Martínez http://www.culturamas.es/blog/2013/01/26/el-sueno-de-visnu/